Decía Ortega (¿Qué es la filosofía?, Lección IV) que "la Filosofía es un enorme apetito de transparencia y una resuelta voluntad de mediodía. Su propósito radical es traer a la superficie, declarar, descubrir lo oculto o velado —en Grecia comenzó por llamarse aletheia, que significa des-ocultación, revelación o desvelación— en suma manifestación. Y manifestar no es sino hablar: λἑγειν λόγος. Si el misticismo es callar, filosofar es decir, descubrir en la gran desnudez y transparencia de la palabra el ser de las cosas, decir el ser —ontología. Frente al misticismo la filosofía quisiera ser el secreto a voces".
"La Filosofía no necesita ni protección, ni atención, ni simpatía de la masa. Cuida su aspecto de perfecta inutilidad y con ello se libera de toda supeditación al vulgo. Se sabe a sí misma por esencia problemática y abraza alegre su libre destino sin pedir a nadie que cuente con ella, ni recomendarse ni defenderse. Si a alguien buenamente le aprovecha para algo, se regocija por simple simpatía humana; pero no vive de ese provecho ajeno, ni lo premedita ni lo espera. ¿Cómo va a pretender que nadie la tome en serio si ella comienza por dudar de su propia existencia, si no vive más que en la medida en que se combata a sí misma, en que se desviva a sí misma?" (La rebelión de las masas. Cap. IX "Primitivismo y técnica")
"Para que la Filosofía impere, no es menester que los filósofos imperen -como Platón quiso primero-, ni siquiera que los emperadores filosofen -como quiso, más modestamente, después-. Ambas cosas son, en rigor, funestísimas. Para que la Filosofía impere, basta con que la haya; es decir, con que los filósofos sean filósofos. Desde hace casi una centuria, los filósofos son todo menos eso -son políticos, son pedagogos, son literatos o son hombres de ciencia-. (La rebelión de las masas. Cap. XIII "El mayor peligro, el Estado")