El dandi crea su propia unidad por medios estéticos. Pero es una estética de la singularidad y de la negación. (Camus)
No siempre el dandi se muestra so capa de la elegancia y la vestimenta escogida: es uno de los errores históricos del dandismo. Siendo víctima del hastío, la vanidad, el diletantismo, la ociosidad..., en función de su momento histórico y del contexto de rebeldía en el que surge, puede adoptar una u otra forma[1]. Por ello no se ha entendido bien lo Dandi. Cuando se ha leído en clave de dandismo, se ha interpretado erróneamente unas actitudes ligadas a unas claves vestimentarias ancladas en el de la Regencia y, como mucho, en el de los Bright Young Things. Y esto es no comprender la verdad que hay en lo Dandi. Por ello son legión los advenedizos que no pasarán a la historia, esos «dandis-farsantes», que se centraron en los aspectos meramente visibles: su atuendo, sus maneras y poco más. Los que impostaron una frivolidad y un atolondramiento hueros, apareciendo en sociedad carentes de toda preocupación que no fuera la de arreglarse hasta el agotamiento para poder ejercer de pavos reales ante la mirada de los demás. De ellos viven la moda y los medios.
Entender lo Dandi en detrimento del dandismo significa entender que el dandi vive en un individualismo y en un sentido estético absolutamente personal y atemporal. Que es un ente asocial, extraño, enfermizo, un excéntrico inadaptado, un misántropo elitista, un náufrago de la sensibilidad, incapaz de toda acción que vaya más allá del ejercicio de lo bello y de su contemplación y disfrute. Por ello caben en lo Dandi esos proto-dandis: Heráclito, Zenón de Elea, Empédocles, Alcibíades, Protágoras, Gorgias, Hipias de Elis, Prodicos de Keos, Agatón, los cirenaicos (todos), Petronio, Julio César, los «Dandis de tacón rojo» de la Edad Moderna de los siglos XVI, XVII o XVIII; o los Bright Young Things, Teddy Boys, Beatniks, Hippies, Mods, Rockers, Rude Boys, Skinheads, Punks, Grunges, Góticos, Cyberpunks, Steampunk, Vaporwave..., o ese nuevo dandi que —postulo— surgirá en esta época actual que habitamos y nos habita, que denomino neo-Rococó.
Es fácil y engañoso limitarse, cuando se intenta analizar el dandismo desde la estética, a la época de Brummell, Byron, Montesquiou, Wilde, Boni de Castellane... todo está pensado ahí. Ya lo han hecho autores indiscutibles como Baudelaire, Camus, Barthes... Por eso la vocación de este ensayo —su originariedad— es arrojar una luz diferente, y por tanto, nueva. Así, el dandismo, fenómeno mal entendido a causa de ese diletantismo extraviado detectado en tantos y tantos ensayos y obras leídas previamente, llega a convertirse en un yugo feroz y despótico que no genera sino delirios y espejismos derivados de la estulticia y el simplismo de sus autores. De esa estulticia nacen los análisis simplistas y miopes que se quedan en una sola de las infinitas facetas del caleidoscopio estético que es lo Dandi. Hay autores que eligen lo decadente, o lo hipersensible, o lo romántico, o lo histriónico, o lo sartorial, o lo ingenioso, o lo seductor, para con ello generalizar y equivocar al lector descuidado. Hay quien se contenta con lanzar acusaciones de depravación o de maldad, con seguridad desde una oscuridad o depravación previa, que ya residía en él o ella. Finos paladares que se entupen tras haber leído, y no entendido, a Huysmans. Y ya está. Pero no es cierto. Hay en lo Dandi sitio para la decadencia, turbio, estrambótico. Pero también hay sitio para la luz y la alegría. Habitaciones cerradas y habitaciones ventiladas. Eterno Jano bifronte, dios de las puertas, de los cambios de los pasos y de las transformaciones. Vende mucho y bien la simplicidad en los planteamientos. Ofrecer una imagen sesgada de uno de los fenómenos estéticos más apasionantes facilita mucho las cosas, tanto al emisor como al receptor. Es lo que quiere una masa receptora ignorante y embrutecida y es lo que se le da. Pero es llegado ya el momento de acabar con suplantaciones e imposturas.
[1] Consúltese la «Cronología de lo Dandi». Se verá que tan acreedor del epíteto es Brummell como Johnny Rotten, o como Agatón.