En función o como resultante de su contexto histórico, lo Dandi resulta un límite que emana de las condiciones de su entorno. Y como actuaría cualquier frontera, el dandi debe hacerse fuerte. Debe observar y analizar el más allá y el más acá de sí, y apropiarse de lo que en ambas zonas puede serle beneficioso. Asimismo, incrementará sus ventajas con añadidos producto de su propio genio, de su techné. Como en el caso del limes romano, va a sufrir el asedio y el ataque de los bárbaros del exterior —la aristocracia de sangre, la burguesía...—, y también los que le lancen desde el interior —imitadores, diletantes...—. Pronto descubrirá que bárbaros son todos. Y que como cualquier frontera, su figura periférica, límite, marginal, extrema, será un atractor también de comercios de todo tipo, de juego y de prostitución, de los que también, por supuesto, se beneficiará (véanse los ejemplos de Brummell o del Beau Nash).
«Límite» es un concepto heredado del pensamiento moderno: presente desde Descartes, fue estudiado por Kant, Wittgenstein y Heidegger, si bien lo hicieron en un sentido negativo y restrictivo, como «término», como «muro que separa», aísla y deja fuera lo no deseado. Pero más allá de ellos y de su concepto de frontera paralizante, de «topos» de la imposibilidad, y de acuerdo con las tesis de Eugenio Trías[1] (1991), el límite puede ser concebido como un territorio positivo, afirmativo. Así se confirma en lo Dandi: en ello concibo el límite, ontológicamente, como el modo de ser y de existencia del dandi. Un ámbito en el que tienen lugar los hitos y despliegues relacionados con su experiencia ética y estética, que se produce en cuanto despreciamos esa negatividad implícita en los conceptos wittgensteiniano o kantiano de límite paralizante, del término que separa lo posible (el mundo conocido) de lo imposible (el más allá desconocido). Si nos aplicamos en concebir el límite como un lugar donde se origina y funda todo el poder, la posibilidad, la dynamis de lo Dandi, donde arranca su desear, su querer o su padecer (Eros), su decir y contradecir (Logos), su hacer y producir (Poiesis), su recordar (Mnemosine), entonces caeremos en la cuenta de cuán necesario es repensar radicalmente las categorías modales relativas a lo posible y lo imposible, a lo necesario y lo contingente y abordar el fenómeno de lo Dandi desde ahí.
Lo Dandi como límite, pero además, límite como el espacio donde se puede fundamentar el «poder de lo Dandi», pensado de varios modos: el modo spinoziano, como potencia; el modo de lo imposible, como posibilidad o categoría modal relativa a lo quimérico, y/o necesario, y/o real; y por último como categoría ética relativa a la acción, a la praxis. En ese límite de lo Dandi se produce una expansión simbólica en la que se va a situar el uso estético del logos dandi y el uso lingüístico específico de su mundo ético. Condiciones para que la frontera sea el territorio mismo de la ontología de lo Dandi. De ahí, siempre siguiendo a Trías, derivo la partición del ser de lo Dandi en tres cercos: uno, «el del aparecer» (el mundo); dos, «el limítrofe», que está determinado por Logos, Eros, Poiesis y Mnemosine, como instancias hermenéuticas, y en tercer lugar, «el cerco hermético».
Lo Dandi está más allá del muro —pertenece al «cerco hermético»—. Es conveniente, por tanto, acceder a sus arcanos por vía simbólica, para mejor desentrañar (des-velar, a-letheia) su significado (a manera de pequeñas aberturas practicadas en el muro). Pretendo dar carta de ciudadanía a lo Dandi como dimensión positiva del límite. Lo Dandi debe ser visto y entendido como espacio habitable, por ser éste el hábitat de esa figura del fronterizo, del «desacoplado», del rebelde que, como vemos en Kant, se encuentra sometido a una voz imperativa que le punza, le interpela, le manda, le confronta consigo mismo y con el más acá del cerco. Desde el mundo, la zona «del aparecer». En el fenómeno estético, lo Dandi accede a una voz transfenoménica que viene del más allá de lo visible, de ese cerco hermético al que acabo de referirme. Lo Dandi da visibilidad, a través de la máscara, al símbolo que no se puede percibir. Al daimon (Δαίμων) que es tanto la divinidad como el destino, que en ningún caso deberíamos entender como daimon socrático, esa voz interior que le dictaba comportamiento, y sí como esa divinidad que interviene en el destino de los humanos; ese ser superior o alma de los muertos. En ambos casos su sentido es vago. Su derivado to daimonion significa unas veces «lo divino»; otras, lo «demoníaco», fatal y sobrehumano.
Acometeré un tímido acceso metodológico a esa manifestación del límite que es lo Dandi. La herramienta para acceder será la Estética, como un útil de la máxima relevancia a la hora de estudiar las condiciones del aparecer en el espacio y en el tiempo de lo Dandi, en esos espacios y esos tiempos que damos en llamar «del acabamiento», de la decadencia, del fin, de la terminación de los modelos en que (cada uno en su contexto histórico) estaban instalados y habitaban, así como de las categorías en que aparece en el mundo, como epítome de lo bello fugaz, de la farsa, de la pantomima, e incluso de lo sublime. Desde ese análisis estético supongo la posición inicial del «desacoplado» que se siente expulsado del «cerco del aparecer» (del mundo tal como lo conoce) para ser elevado a la condición fronteriza que le enaltece y le sustrae de allí, para transportarlo así al cerco hermético, con el fin de hallar en ese espacio el marco de una acción productiva (poiesis) que puede ser techné, y dejar que el lenguaje, logos (pensar-decir), se muestre desde esa frontera o límite. Es aquí donde puede desplegarse una filosofía de lo Dandi como una filosofía del límite, que adquiere forma por ser producto de una lógica del límite (que se produce ahí), y que dialoga con esa forma sensible que elabora y produce, que no es otra que ese arte que proyecta desde su reducto (arte fronterizo). Es por ello que esa lógica se presenta como estética. Lo Dandi, como obra de arte, pertenece al grupo de las artes fronterizas, y como tal contribuye a hacer habitable en la medida de lo posible esa frontera, siempre en esos momentos en los que el mundo (el «cerco del aparecer») aprieta tanto que no se puede respirar. El recuento de las formas o categorías en las que se exhibe el Dandi como «ser del límite» es la respuesta a la pregunta que surge de su existencia, que se sabe exiliada y abocada al éxodo —siempre la huida en lo Dandi—.
Sólo comparece en el despliegue categorial el mismo dato del comienzo, la existencia en exilio y éxodo, pero ahora su comparecencia es reflexiva: es una existencia mediada por la pregunta relativa a su esencia o quididad. (Trías, 1999)
Sabido es que Trías construye un auténtico sistema de la razón fronteriza, en el que juegan siete categorías que se relacionan internamente, y que el «ser del límite» es declarado por todas —y, al tiempo, es la principal de todas ellas, trascendiendo, por su condición de ser, toda aquella tabla categorial. Que hay tres tipos de categorías, fenomenológicas, hermenéuticas y fronteriza, siendo la «Matriz», «Existencia» y «Limes» las categorías del primer tipo; el «Logos», la «Razón fronteriza» y el «Símbolo» las del segundo, y el «Ser del límite» la del tercero. Y sabido es también que el «ser del límite» —el dandi— se da en unas formas de recepción que son el espacio y el tiempo —sus condiciones de posibilidad—. Espacio como «hábitat», también como «cerco» y finalmente como «luz». Y tiempo también como «hábitat», como «tres eternidades»[2] y como «instante». Este sistema de Trías abre la posibilidad de redefinir radicalmente la modalidad de lo Dandi (o de cualquier fenómeno): su necesidad, su realidad y su posibilidad. Así como sus contrarios, la contingencia, la irrealidad y la imposibilidad. La clave radica en la concepción del tiempo que Trías revoluciona. En sus tesis, la modalidad resultaría redefinida, al no asociar —como se venía haciendo tradicionalmente— la necesidad al pasado, la realidad al presente y la posibilidad al futuro. En cualquier caso, se emplaza el estudio en profundidad de lo Dandi como ser del límite a una futura «Metafísica de lo Dandi», ensayo que junto a una «Política de lo Dandi», sirva como completo estudio en profundidad del fenómeno de lo Dandi.
[1] La filosofía del límite, impulsada por Eugenio Trías desde hace más de dos décadas, es una propuesta rigurosa, llena de sugerencias y rica en posibles desarrollos. Es una excitante «filosofía viva«, pletórica en incitaciones. Por otra parte, y como es lógico cuando se trata de un planteamiento de gran envergadura, estamos aquí ante un pensamiento complejo y difícil, ajeno a la consigna rápida o a la fórmula simplificadora.
[2] Pasado-pasado, presente-presente y futuro-futuro. Discuten el privilegio y esa primacía —que viene de la tradición— unilateral del presente en el seno del tiempo. Pasado-pasado o futuro-futuro no dependen ni se subordinan a presente alguno. El pasado-pasado, o pasado primordial o inmemorial, nunca fue presente. El futuro-futuro, o futuro originario, nunca será presente.